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Vladímir Kibalchich Rusakov, mejor conocido como Vlady (Petrogrado, 1920 – Cuernavaca, 2005), fue un muralista, pintor, grabador y dibujante ruso mexicano, hijo del escritor disidente Victor Serge (Victor Llovich Kibalchich, 1890-1947) y de Liuba Rusakova (1898-1984). Entre 1933 y 1936, siguió a su padre en la deportación en Oremburgo, donde convivió con integrantes de la Oposición de izquierda (fracción trotskista del Partido Bolchevique), entre los cuales destaca Boris M. Eltsin (1875-1937), a quien retrató en acuarela.

En 1936, los Kibalchich lograron salir de la URSS, justo antes del comienzo de las grande purgas. En un primer momento emigraron a Bruselas, donde fueron despojados de la ciudadanía soviética, la única que poseían. Sucesivamente, la familia se estableció en París, donde Vlady estudió pintura por su cuenta, en la academia La Grande Chaumière y en el Louvre, a la vez que emprendía una actividad militante a favor de la Revolución española. En 1938, entró en contacto con los surrealistas André Breton, Victor Brauner, André Masson y Wilfredo Lam, entre otros, que influenciaron profundamente su actividad artística.

Durante la drôle de guerre (la guerra ilusoria), el joven pintor creó, junto con la futura galerista Dina Vierny (Dina Abinder 1919-2009) y su marido Sacha Vierny (1919-2001), una publicación efímera, Nouveau Départ (Nuevo Comienzo), ideológicamente orientada al trotskismo, aunque abierta al anarquismo, corriente con la cual nunca dejó de simpatizar. En 1940, tras la invasión nazi, Serge, la nueva compañera de éste, Laurette Séjourné (Laura Valentini, 1911-2003), el militante catalán Narcís Molins i Fábrega (1901-1962) y Vlady huyeron juntos hacia el Sur.

En Marsella, convivieron en la Villa Air-Bel con los surrealistas y militantes socialistas como Daniel Benedite (1912-1990) que figura entre los fundadores de la resistencia antinazi. Vlady trabajó en la cooperativa de dulces, Croque-Fruits, creada por el actor Sylvain Itkine (1908-1944, ejecutado por los nazis), el escritor Jean Malaquais (1908-1998) y los internacionalistas Marc Chirik (1907-1990) y Robert Salama (1919-1979). Es de esta época una serie memorable de retratos del anarquista ruso Volin (Vsévolod Mijáilovich Eichenbaum, 1882-1945), a la sazón también refugiado en Marsella.

En 1941, Serge y Vlady emprendieron el largo viaje hacia México vía Casablanca, La Martinica, Santo Domingo (donde se hospedaron en casa del pintor surrealista Eugenio Fernández Granel), Haití y Cuba. Fascinado por el muralismo, el joven artista conoció a Diego Rivera y a Juan O´Gorman, quien lo introdujo al arte del fresco. En 1942, Vlady pintó su primer mural, junto a su amigo Iván de Negri, en Molino de Bezares, camino a Toluca. La obra, sin embargo, fue borrada antes de concluirse porque contenía una imagen caricaturesca de Stalin. En 1947, Vlady contrajo matrimonio con Isabel Díaz Fabela, quien sería su compañera, cómplice y promotora de su trabajo durante el resto de su vida.

Sucesivamente, el joven abandonó paulatinamente la actividad militante para concentrarse en el trabajo artístico, aunque también fue el principal impulsor de la publicación de las obras de su padre, de quien aspiraba a ser el heredero espiritual. En la década de los cincuenta participó en la creación de La Ruptura, una corriente pictórica crítica de la Escuela Mexicana de Pintura, que contribuyó a la renovación cultural del país. En estos años, pintó obras entre lo abstracto y lo figurativo como El subyacente (incluido en la exposición) y Mecanismo carcelario (no incluido), mientras se daba a la tarea de recuperar y reinventar la tradición veneciana de la pintura al temple y óleo.

Ante la crisis de las vanguardias y en alternativa al realismo socialista, pero también al arte comercial de Occidente, Vlady buscó volver a los fundamentos de la pintura y realizar una síntesis entre arte renacentista y arte postimpresionista, entre realismo y abstracción, entre tradición y modernidad. A partir de finales de la década de los sesenta, ejecutó una de sus obras más significativas, el Tríptico trotskiano (incluido en la exposición), en la que emplea una variedad de recursos pictóricos, históricos e iconográficos: “Magiografía bolchevique” (1967), “Viena 19” (1973) y “El instante” (1981).

A principio de los setenta rompió con la vanguardia mexicana y, entre 1973 y 1982, plasmó el conjunto muralístico Las revoluciones y los elementos (Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada, Ciudad de México): dos mil metros de pintura al fresco y al temple óleo sobre tela, algo que el escritor Leonardo da Jandra ha definido muralismo total. La obra es una saga de las revoluciones modernas, presentadas en sus diferentes aspectos sociales, políticos, musicales, científicos, poéticos y psicoanalíticos. Con ella, Vlady consiguió un lugar importante en la historia del muralismo, aunque sea un muralismo alusivo, irónico y disidente, muy alejado de la Escuela Mexicana de Pintura, pero perteneciente a la misma tradición de arte público. De esta obra se presentan numerosos bocetos, acuarelas, grabados y el lienzo La inocencia terrorista, retrato al temple y óleo de Teresa Hernández Antonio, “Alejandra”, militante de la Liga Comunista 23 de Septiembre, asesinada en 1975.

En los ochenta, Vlady pintó otro mural importante, El despertar de las revoluciones, en el Palacio Nacional de Managua, Nicaragua. Con este trabajo, lejos de entregarse a una apología del gobierno sandinista, una vez más el pintor se mantuvo fiel a su tradición de revolución y disidencia. La obra se articula en tres paneles: el izquierdo representa la revolución rusa de una manera nada condescendiente con la retórica marxista: un soldado cosaco que despierta de un sueño (¿o una pesadilla?), un Perseo que mata a Medusa, al lado de otro Perseo descabezado y abajo de la estatua ecuestre de un charro que cabalga un león... Perseo es la revolución sandinista misma que lucha contra el horror, el monstruo de siete cabezas. En el panel derecho desfilan personajes y animales fantásticos: un gato cíclope, manos agigantadas dotadas de pies, figuras monstruosas, medusas y serpientes. En el panel central -que se encuentra sobre la puerta principal del Palacio, el conjunto de cráteres del Volcán Masaya, remite al carácter “telúrico” de las revoluciones centroamericanas, un tema que Vlady ya había esbozado en Las revoluciones y los elementos.

A partir de 1994, el pintor ruso-mexicano se interesó en la rebelión zapatista, retrató al obispo de Chiapas, Samuel Ruiz (Tatic Samuel, 2000) y participó en los diálogos de paz, en calidad de invitado del EZLN. De la misma época, sobresalen cuatro lienzos de gran formato que el artista pintó al temple y óleo por encargo de la Secretaría de Gobernación: Luces y tinieblas, Violencias fraternas, El uno no camina sin el otro, y Caída y ascensión (todos incluidos en la exposición) Este último ostenta el desnudo de una mujer con pasamontañas -una clara alusión a los zapatistas-, lo cual molestó al gobierno de Ernesto Zedillo, que optó por no exhibirlos, causando las airadas protestas de Vlady. En la actualidad forman parte del acervo del Archivo General de la Nación.

Vlady falleció en Cuernavaca el 21 de julio de 2005. En el Diccionario Enciclopédico Milenios de México, el historiador Humberto Musacchio clasifica Las revoluciones y los elementos como una de las mayores obras del muralismo mexicano, mientras que para el escultor y crítico de arte ruso Ernst Neizvestny, “Vlady es uno de los artistas más importantes de la segunda mitad del Siglo XX porque su arte combina muchos elementos creando lo que yo llamo una síntesis en el arte. Es el maestro del periodo posmoderno del fresco. No sé si tomará cinco años o veinte, pero estoy convencido que un día lo reconocerán”. Sea esta exposición una modesta contribución a este propósito.