El poder y la violencia forman parte de la concepción trágica que Vlady tenía de las grandes revoluciones de la modernidad y, más en general, de la condición humana. El artista ruso mexicano vivió personalmente el totalitarismo soviético. El terror, el GULAG, los asesinatos masivos y las deportaciones de poblaciones enteras forman parte de su experiencia más íntima y están presentes de manera casi obsesiva en gran parte de su obra.
Por otro lado, la visión de Vlady no es pesimista ni optimista. Como Mijaíl Bulgákov, está convencido de que todo poder implica un acto de violencia, sin dejar de pensar que llegará un día en que no existirá el poder de los césares, ni ningún otro.
En el mural Las revoluciones y los elementos de la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada (BMLT), plasma dos conceptos originales en los que convergen filosofía, historia, técnica pictórica y ciencias naturales: lo fluido y lo pétreo. El primero tiene que ver con la vitalidad, el movimiento, la inteligencia colectiva y más en general, la pulsión de vida. El segundo remite a la materia inanimada, la inteligencia primitiva, la recaída en la estupidez y la pulsión de muerte. Pero no hay maniqueísmo: lo pétreo y lo fluido se entrecruzan constantemente.
El mismo planteamiento se aprecia en varios de sus lienzos, grabados, acuarelas y cuadernos. Vlady parece jugar continuamente con las contradicciones humanas: el amor y el odio, la paz y la guerra, la rebeldía y la sumisión. Muestras de ello son el grabado La revolución cristiana, el comunismo ruso y el bolchevique o el cuadro La noticia, donde una bestia feroz acecha a dos personajes que leen el periódico.
Tres obras dominan esta sección: el monumental Xerxes, Violencias fraternas y La escuela de los verdugos que concluye la exposición. El conjunto apunta al corazón de las preocupaciones de Vlady, a sus aflicciones y a la historia que le tocó vivir. Sus trazos rinden homenaje a los mártires del estalinismo; su iconografía remite a los pliegues ocultos de la violencia. Defender la libertad siempre, no dejarse aplastar por el poder y transformar el dolor en creación. Este es, tal vez, el legado de Vlady.