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Primo lejano de León Kibalchich, el padre de Victor Serge, Nicolái Ivánovich Kibalchich fue, en opinión del historiador Franco Venturi, “un verdadero científico”, uno de los revolucionarios más geniales de la generación anterior a la revolución. Dueño de una sólida formación académica -era ingeniero especializado en ferrocarriles-, simpatizó inicialmente con el movimiento nacionalista de su natal Ucrania. Acusado de realizar propaganda antizarista, fue encarcelado durante tres años. En 1878, al recobrar la libertad, se afilió a la organización terrorista Naródnaya Volia (Voluntad del pueblo), persuadido de que “en la guerra social se necesitan buenos laboratorios” (Victor Serge) y mucha dinamita.

Cuando el Comité Ejecutivo de la organización empezó a planificar el asesinato del zar Alejandro II, Kibalchich recibió el encargó de fabricar las bombas necesarias para llevar a cabo el regicidio y, gracias al empleo de la nitroglicerina, inventó un sofisticado artefacto que no mataba por las esquirlas, sino por la explosión del material detonante. La mañana del 13 de marzo (1º del viejo calendario), cuatro proyectiles estaban listos, uno de los cuales asesinó a Alejandro II mientras se dirigía en su carruaje al Palacio de Invierno de San Petersburgo.

A los pocos días, uno tras otro, Kibalchich y los principales dirigentes de la Naródnaya Volia -Timotei Mijáilov, Andréi Zheliábov, Sofya Peróvskaya y Nicolái Rysakov- fueron detenidos y ejecutados el 15 de abril (3 del viejo calendario). Mientras se encontraba preso en la fortaleza de San Pedro y San Pablo de San Petersburgo, el joven revolucionario de 27 años se dio el tiempo de proyectar el primer cohete de la historia, lo cual queda registrado en la Enciclopedia Británica y en la literatura científica sobre el tema.

Hubo una sobreviviente, Vera Figner (1852-1943), que mantuvo viva durante cerca de dos años la actividad de la organización. Detenida en 1883, fue condenada a muerte, pero la pena fue conmutada a cadena perpetua. Pasó cerca de veinte años en el presidio de la fortaleza de Schlusselburgo y seis años en Siberia. Al salir, se afilió al Partido Social-Revolucionario. Victor Serge, quien la encontró a finales de los veinte, tradujo al francés sus memorias y conoció gracias a ella muchos detalles de la vida de Nicolái Kibalchich. En tiempos de Stalin sólo la edad avanzada y su situación moral absolutamente excepcional, salvaron a Vera Figner de la cárcel, pues no ocultaba sus críticas al régimen.

Claudio Albertani