Diego Velázquez es uno de los artistas más influyentes de la pintura occidental. Entre su vasta producción, Las Meninas es probablemente la obra más admirada. La composición ofrece un retrato íntimo de la realeza española del siglo XVII, a la vez que es un tratado magistral sobre el manejo de la luz. La imagen ha sido motivo de múltiples interpretaciones y paráfrasis.
Vlady no fue ajeno a su influencia. El “milagro de Las Meninas” le motivó a pintar dos versiones del cuadro a las que llamó Meninas Caribeñas. Inspirado por los atuendos ampones de la infanta y sus cortesanas, transformó la escena interior en una naval, en la que los personajes se convierten en carabelas. La primera versión, de 1976, es un grabado a dos tintas que ofrece una visión onírica de la corte española. Esta obra dio pie a la elaboración de un estudio más profundo en el que Vlady hace una crítica a los colonizadores de México. La versión al óleo de 1979, en un formato similar al cuadro del sevillano, transforma su autorretrato en un pirata que es acompañado por una flotilla responsable de una invasión caracterizada por terribles atrocidades, entre las que se cuentan ejecuciones y violaciones.
El pintor ruso-mexicano hace alusión a este tema a través de dos estandartes en los que muestra a un personaje crucificado a punto de ser atacado por un caballero águila, y a una pareja formada por una mujer de piel morena y un hombre blanco. Junto a ellos, un personaje alado cae; es Cuauhtémoc-Ícaro. Otro detalle importante es la imagen que remata la obra, que, a primera vista, recuerda un timón. En realidad, es la interpretación vladiana de la narración de los conquistadores, quienes señalan que los nativos describieron a la rueda como una piedra que camina.
La Nave-Infanta Margarita es una de las secciones más cuidadas de la composición. Vlady se esmera en trasladar el parecido y los efectos lumínicos del retrato de Velázquez en su obra. Tras ella, el retrato de Mariana de Austria y Felipe IV reflejados en el espejo, cambia por el de los reyes Juan Carlos I y Sofía, quienes en 1978 realizaron una visita a nuestro país. A través del juego de espejos que representan las paráfrasis visuales, Vlady nos ofrece su visión particular de esta epopeya, saturada de luces y tinieblas.