“El uno no camina sin el otro” es uno de los temas principales de la iconografía vladiana. Con algunos cambios, el artista lo reproduce en diferentes trabajos. Está, por ejemplo, en el frontispicio del mural Las revoluciones y los elementos (Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada, BMLT) y está también en una de sus últimas grandes obras: El uno no camina sin el otro (Mamá), cuadro de gran formato que integra la serie que el artista realizó para la Secretaría de Gobernación en la década de 1990 y que actualmente es parte del acervo del Archivo General de la Nación.
La obra es, entre otras cosas, una paráfrasis de un fragmento del fresco El incendio del Borgo de Rafael que se encuentra en el Palacio Apostólico del Vaticano. La imagen alude a Eneas de Troya, quien carga a su viejo padre Anquises para salvarlo del incendio que destruyó esa ciudad. Atrás se observa a un hombre en un nicho; tiene la cabeza desplazada y carga a una mujer. En la parte inferior hay un trazo que reproduce la “onda” vladiana y justo abajo se lee MAMÁ, en letras mayúsculas, lo cual indica que la obra evoca a Liuba. Pero es también una referencia al mito de Sísifo, el personaje que, como castigo por desafiar a Zeus y Hades, carga con una pesada roca de la cual nunca logra liberarse, tema que aparece en varias obras y en el propio frontispicio de la BMLT.
Recordemos que Vlady pintó el lienzo a diez años de la muerte de Liuba, cuando él mismo tenía más de setenta años, lo cual indica que la tragedia familiar lo acompañó toda la vida. Liuba le suscitaba una profunda ambivalencia: el abandono que vivió de niño, el temor a heredar la enfermedad y, asimismo, la culpa por abandonarla en la clínica de Aix-en-Provence. La obra muestra que la locura flotaba en la cabeza del pintor. Lo mismo encontramos en otros trabajos: el autorretrato Mi madre, en el que Vlady se representa a sí mismo con un vendaje en la cabeza; en el autorretrato de 1985; y en el de 1951, donde carga su propia cabeza, como los mártires decapitados del convento de Tlacolula, Oaxaca.