El padre de Vlady, el escritor Victor Serge (pseudónimo de Víctor-Napoleón Llovich Kibálchich), nació en Bruselas el 31 de diciembre de 1890 de padres exiliados y murió también en el exilio, en la Ciudad de México, el 17 de noviembre de 1947. Su larga trayectoria militante empezó a los quince años en la Joven Guardia Socialista de Ixelles, barrio obrero de la capital belga y prosiguió en las filas libertarias. Todavía adolescente, viajó a París y, tras purgar cinco años de prisión, se refugió en Barcelona y colaboró con la Confederación Nacional del Trabajo, el poderoso sindicato anarcosindicalista. Después de participar, en la fallida insurrección de julio de 1917, se dirigió a Rusia, la tierra de sus ancestros, donde había estallado la revolución.
Combatiente en la guerra civil, fundador y organizador de los primeros servicios de información de la Internacional Comunista, agente clandestino en Europa, Serge vivió el fracaso de la revolución europea y la progresiva degeneración del régimen soviético. A partir de 1925, fue miembro de la oposición de izquierda (trotskista), lo cual marcó su destino cerrándole, poco a poco, todas las puertas como dirigente político y también como intelectual. Encarcelado 1928, fue liberado gracias a las protestas de sus amigos. En 1933, fue deportado a Oremburgo, una ciudad al pie de los Urales que se puede definir como la antesala geográfica y política del gulag.
En abril de 1936, el escritor logró regresar a Europa occidental, junto a Liuba, a sus hijos, Vlady y a Jeannine. Pasó los cuatro años siguientes en Bruselas y en París, entregado a un trabajo monumental, poético y literario, además de periodístico, histórico y teórico. En 1941, llegó a México donde, lejos del drama de Europa azotada por la guerra, redactó y concluyó algunas de sus obras más fascinantes como Memorias de un revolucionario, El caso Tulayev y Los años sin perdón. En 1942, sobrevivió a un intento de asesinato y, todavía vigoroso, murió en diciembre de 1947 de un ataque al corazón, aunque muchos de sus amigos siempre pensaron que fue envenenado por agentes soviéticos.
Serge fue mucho más que un padre amado y admirado. Encarnaba para Vlady un ideal de integridad, lucidez y valentía, así como de talento artístico. Curiosamente, nunca hizo de él un retrato al óleo, aunque realizó los bocetos y dibujos que presentamos. La obra más importante del artista ruso-mexicano, el mural Las revoluciones y los elementos de la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada, está dedicada “a la probidad de Victor Serge y a los sufrimientos de Liuba”.